La casa de “El Lugareño”

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casa el lugareoEn el Ciego de Najasa desafían la acción del tiempo unos viejos muros de piedras y ladrillos que gracias a su solidez pasada se sostienen todavía sobre sus cimientos. La huella indeleble del fuego que consumió la casa, hace más de cien años, marcan todavía algunas de las paredes. Perteneció esta a Don GaspLa casa según la descripción hecha por José Ramón de Betancourt en su novela “Una feria de la Caridad de 18…” da una idea del refinamiento de su dueño y de las ideas avanzadas, para la época en que le tocó vivir, de que era poseedor.
Por la lectura de esta obra, y vaya desde aquí una invitación a leerla, se conoce que la vivienda se alzaba en medio de una hermosa sabana. ar Betancourt Cisneros, “El lugareño” .

En la sala de la casa un mapa de la isla de Cuba, cubría una de las paredes. En el mismo “El lugareño” impartía a los arrendatarios nociones de Geografía e Historia. A la izquierda del mapa había dos pequeños planos de Najasa, uno era una representación del estado de la hacienda, el otro lo que sería después de aplicar sus ideas revolucionarias acerca de la posesión de la tierra. Dentro del plano destacaba un potrero dedicado al dueño en cuyo centro, el dibujo de una torre era la señal de la ubicación de la iglesia por construir, otras marcas señalaban el lugar para una escuela, una hospedería y una quesería al estilo de las de Suiza. También en la sala lucía otro plano de la parte central de la isla con un proyecto del trazado de las líneas ferroviarias.
“Cinco bustos tenía el aposento, -describe el autor- el de Cristóbal Colón, el Gran Almirante, el de Isabel la católica, reina de España, el del eminente filósofo educador de la juventud cubana Don José de la Luz y Caballero; el de “nuestra gran patriota”, según él llamaba a Gertrudis Gómez de Avellaneda, y el del bayamés don José Antonio Saco, ilustre publicista y acérrimo impugnador de la trata negrera”.
A la sala le seguía otro espacioso aposento muy iluminado por amplios ventanales; una daba al jardín y otra a la sabana. Una puerta al fondo permitía el acceso a las piezas interiores. Grandes estantes llenos de animales de Cuba disecados cubrían casi por completo la pared. “En los huecos que dejaban los estantes, había sillas de cedro forradas con cuero curtido y tachuelas a usanza del país: sobre las sillas colgadas de las paredes, veíanse cuadros que contenían retratos y litografías representando ganados de diversas razas y naciones y ganchos de alambre que conservaban algunos periódicos o manuscritos…”
En un pequeño estante se alineaban cuidadosamente, mezclado con las obras de los primeros clásicos españoles, libros de Varela, de Saco, de Heredia y de Delmonte. Entre los muchos cuadernos se destacaba una obra de gran importancia para El Lugareño: “Informe sobre haciendas comuneras por el Licenciado Don Ignacio de Agramonte.
…”Casi sobre la puerta de entrada, contemplábase el cuadro de un venerable fraile franciscano, la luz divina de la Caridad bañaba aquel semblante noble y apacible. Era el padre Fray José de la Cruz Espí” (el padre Valencia)

Autor: M.Sc. José Antonio Morales Oropesa