La esclavitud, cimarrones y palenques

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La primera y más común forma de resistencia activa esclava fue la fuga, catalogada por la documentación colonial de Cuba como cimarronaje simple, cuando se trataba solo de la huida de carácter individual y temporal. Esta forma de resistencia fue un recurso muy utilizado para escapar de las duras jornadas laborales y de los crueles castigos que se les inferían.


Otra forma de lucha la constituyó la rebelión de que fueron testigos, principalmente las plantaciones cañeras, ante el duro sistema de explotación impuesto por los esclavistas y que preocupó en gran manera a las autoridades españolas de la isla. El 15 de enero de 1812 se levantó la dotación de la hacienda Najasa, en Puerto Príncipe, en una acción que se extendió a otras cuatro plantaciones localizadas en un perímetro de 5 km en torno a la ciudad; dos días más tarde fueron derrotados por fuerzas combinadas del ejército y la milicia blanca. Las autoridades ejecutaron a 14 líderes del movimiento local y otros 170 fueron encarcelados o desterrados a La Florida. Todo apunta a que sus organizadores estaban en contacto con Bayamo, donde entre el 2 y el 4 de febrero libertos y esclavos aprovecharon las festividades religiosas para ultimar los preparativos, pero el 7 de febrero se produjo una delación y el plan resultó frustrado. Cinco encartados fueron ahorcados y sus miembros amputados colocados en caminos concurridos y lugares públicos para inspirar terror, pues temían que la insurrección se extendiera a Jiguaní, Holguín e, incluso, Santiago de Cuba. El resto sufrió azotes y fueron condenados a 6 años de prisión en La Florida.

Najasa con sus bosques, su situación geográfica, sus elevaciones, los numerosos ríos y arroyos y amplias cuevas les ofreció un refugio seguro a los esclavos que huían. De la presencia de negros apalencados en la zona del sur de Camaguey da fe el siguiente oficio enviado por un funcionario colonial al Capitán General:
“Hace muchos años que los negros apalencados en la costa del sur de esta jurisdicción eluden en la astucia y ligereza propia de salvages, la constante diligencia que se ha hecho para exterminarlos. Desde luego, la tropa no es a propósito contra unos enemigos que no le hacen frente, sino que se escapan por la espesura de los bosques y matorrales donde son prácticos…” Existen otras evidencias que demuestran la presencia de cimarrones en estas tierras “en la finca San Fernando del Chorrillo fue muerto un negro cimarrón a manos de Félix Andrés”.
Informaciones remitidas por las autoridades coloniales sobre enfrentamientos ocurridos en las fincas San José de Guaicanamár y San Diego del Chorrillo son evidencias que demuestran la presencia del cimarronaje en la zona. El parte emitido el 20 de enero de 1851 comunicaba que:
“…fue invadido el sitio de San José de Guaicanamár en el partido No 15 por diez o doce negros cimarrones que después de haber dado muerte al joven Don Francisco Guerra y castigado con varios golpes de látigo a su desconsolada madre y a la niña que tenía en sus brazos, saquearon la finca, apoderándose de todas las armas, prendas y ropas que encontraron y llevándose a la negra Clemencia”

En otro parte se hace referencia al asalto a la finca San Diego. “Que la prima noche del 23 de abril del referido año, asaltaron cuatro o cinco apalencados el sitio San Diego en el partido No. 28 incendiando también el portal que servía de la casa de vivienda”.
Fueron muchos y muy variados los métodos empleados por el régimen colonial para eliminar el cimarronaje. “El 12 de diciembre de 1853 el Gobernador de Puerto Príncipe dirigió oficio al capitán Pedáneo de Guaicanamár acompañado de dos cabezas de negros cimarrones nombrados Ignacio y Pablo Caballero para ser expuestas en Las Lajitas custodiadas por el verdugo”. Estos métodos de intimidación no lograron acabar con la rebeldía de los cimarrones, muchos de los cuales se incorporaron a la gesta independentista de 1868.