Aquella mañana de finales de junio de 1970 sorprendió a los sencillos trabajadores que laboraban sus tierras en la finca El Rosario, colindante con Las Mercedes en el camino que va hasta Las Pulgas. Un ruido extraño que provenía no se sabe de donde comenzó a sentirse.
Pedro Gutiérrez contaba, que parecía “como si rodaran tanques de esos que tienen capacidad para 55 galones” Los campesinos salieron al camino junto a otros vecinos que acudieron presurosos buscando la causa de tanto estruendo, pero no vieron nada. El ruido de la misma manera que se produjo cesó y todo quedó en calma.
No habían transcurrido cinco minutos cuando volvió a sentirse, esta vez con más intensidad. Otro campesino decía que era “como si viniera de las profundidades de la tierra”. Fue en ese momento que a la vista de todos, de la cima de una pequeña colina con forma de cono volcánico, se elevó una llamarada que alcanzó, según los testigos, unos 3 metros de altura. “Fue solo una vez, no hubo, como dicen algunos, otras repeticiones, ni tampoco tembló la tierra” –continuaba contando Pedro.
Se originó una gran discusión. Unos eran de la opinión que avisar a la policía era lo más prudente, otros que a la Academia de Ciencias y otros alertaron del peligro que constituía subir a la cima. Los más decididos se sorprendieron al llegar a lo más alto de la loma y comprobar que una piedra que corona la cima estaba rajada en dos mitades y sus bordes mostraba los signos inequívocos de una quemadura producida por un calor fuera de lo común.
Hasta hace poco la piedra conservó las huellas del fuego que saliendo de las entrañas de la tierra la abrasó. A la loma se le conoció en lo adelante como ”el volcán de Pedro Gutiérrez”
Autor: M.Sc. José Antonio Morales Oropesa